Es impresionante lo que ha cambiado nuestro mundo con el curso de los años. Solo hay que pensar en aquellos indios que se comunicaban a través de señales de humo, sistema de comunicación un tanto peligroso si asomabas el rostro demasiado cerca.
Imaginémonos ahora con nuestro amigo indio, diciéndole que su fuego esta algo desfasado, que lo que se lleva ahora es una caja con unas teclas con la que puede mandar sus correos electrónicos, hacer la compra de bisontes, e incluso crearse su propio blog para perpetuar su cultura por el ciberespacio. Yo creo que saldría corriendo.
Pues en cierta manera, es como yo me siento. A veces me dan ganas de salir corriendo, de montarme una choza en el monte y fumar pipas como señal de paz y armonía. Vivimos en un mundo tan cambiante, tan sumamente frenético, que en ocasiones siento que necesitaría cien vidas para asimilar tanto conocimiento. Vivimos en una era revolucionaria, la de la información, donde gracias a la tecnología conseguimos hacer cosas que hace unos años tan solo las imaginábamos.
Aún me acuerdo de mi primer ordenador, un Spectrum 128K, donde la interacción entre gráficos y sonido provenía sobre todo del ruido que hacían las cintas al cargar un juego, acompañadas de unas rayas futuristas en el televisor. Y yo era feliz ?sobre todo cuando cargaba el juego- con mi máquina, con la interacción que conseguía con ella, siendo mi juguete preferido.
El otro día estaba en un centro comercial y un niño, sentado con un volante en sus manos y una pantalla de plasma en su frente, le explicaba a su padre como dar marcha atrás con el coche que se había atascado en un árbol virtual. Los niños de hoy han nacido con esta nueva tecnología, en este nuevo mundo, pero yo soy testigo de esta evolución, de este cambio tan abismal que nos rodea en cualquier lugar.
Cuando empezamos el módulo, yo todavía no conocía los blogs. Ni siquiera sabía que era tan fácil dejar tu huella en el ciberespacio. Siempre he considerado tarea complicada entenderse con el lenguaje de Internet. Tengo un amigo que diseña páginas y cuando me habla de ciertas cuestiones técnicas yo asiento con la cabeza, haciéndole sentir que le estoy escuchando, pero no le entiendo. Por más intento entenderle, siempre hay algo nuevo que no conozco. ¡Si me hubiese hablado de los blogs antes! Claro que para él no son más que estructuras básicas, pero para mí es un potencial enorme, es saber que parte de mí se encuentra en una malla virtual que otros podrían llegar a ver, e incluso a comentar.
Esto es la esencia de lo que he aprendido en tres horas, que pasaron como tres minutos, como si alguien me hubiese regalado de nuevo aquel magnífico Spectrum. Si bien aún me quedan cuestiones técnicas que aprender, problemas operativos que pulir, la impronta de los blogs ya se ha instalado en mi cerebro. Dentro de un tiempo, cuando tenga un respiro en mi vida, me pondré manos a la obra para alimentar mi blog, y por fin podré decirle a mi amigo que si que le entiendo , que sé lo que siente cuando tiene una nueva página que crear entre sus manos.
Y mientras aquel niño del hipermercado siga creciendo inmerso en este nuevo mundo, yo seguiré sorprendiéndome con estos descubrimientos, con estas nuevas posibilidades, recordando que un día también fui un niño, al que le gustaba jugar con su máquina.