"Se han registrado brotes de viruela en varios países europeos". La cadena GNN- General Network News- irrumpe su programación con esta noticia urgente. En Washington se celebra una cumbre euroatlántica; cuando los líderes mundiales se enteran de que es un ataque terrorista, permanecen reunidos. Así, de la misma manera que comienza José Manuel Calvo, corresponsal del diario El País en Washington, su noticia, arrancó en la capital del Imperio el ejercicio Tormenta Atlántica, un ensayo de política ficción en el que se analizaron cuáles podrían ser los efectos de un ataque bioterrorista. Ahora bien, en el hipotético caso de de que sucediera, ¿quién informaría a la población mundial y desde dónde? Para responder a esta cuestión es necesario girar la cabeza y mirar hacia la historia de la comunicación.
Así como en la historia occidental 1789 es una fecha clave, la primera revolución de los medios de comunicación llegaría con la "Galaxia de Guttenberg": la información comenzaba a democratizarse llegando a un mayor número de personas. En este primer momento, quienes elaboraban los contenidos periodísticos, en el sentido más artesanal del término, eran hombres que defendían una determinada causa política. Después, gracias a Marconi, la radio narró en directo la victoria de las tropas aliadas contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Pero un nuevo medio, no trajo consigo un nuevo oficio: las personas que se sentaban delante de un micrófono no eran otros que los periodistas de los medios impresos. Asimismo, el propósito de la radio en un principio era el mismo que el de los diarios: abogar por una causa. Así era. Hasta la segunda revolución mediática. Esta llegó con la televisión. En 1964 la sociedad norteamericana no sólo sabía lo qué pasaba en Vietnam sino que además lo tenía delante de sus ojos. Los medios ya no sólo defendían fines políticos, ahora también buscaban la verdad. Aquí, de nuevo, quienes ocupaban los puestos del medio recién nacido eran periodistas procedentes en su mayoría de la radio. Fue con el posterior desarrollo académico cuando las Universidades separaron ambas profesiones en dos licenciaturas.
Ahora mismo, en los albores del siglo XXI la sociedad se encuentra en la tercera gran revolución mediática: la aparición del lenguaje hipertextual. En este caso, como en los anteriores, se repite la historia: las empresas contratan para sus redacciones digitales periodistas procedentes de los medios impresos y audiovisuales.
Aunque en la actualidad conviven cuatro medios de comunicación diferentes, nos encontramos ante una de las grandes paradojas de la comunicación que será preciso resolver en el futuro: mientras que para la formación teórica se separan las profesiones en diferentes licenciaturas, en la práctica las empresas demandan profesionales que sean capaces de escribir columnas al mismo tiempo que asesoran en la manera que un página web ha de informar sobre un determinado acontecimiento.
Otro hecho significativo, consecuencia de las revoluciones precedentes, tiene que ver con que nunca antes había existido una oferta informativa tan amplia como hasta ahora. Sin embargo, desde el punto de vista de la propiedad, los medios están en manos de menos personas. A quien sin duda afecta este hecho es al periodista: las compañías, que ya no buscan tanto defender una causa política o buscar la verdad sino maximizar beneficios, tienden a integrar a sus redacciones para reducir los costes. Así, en el futuro, de hecho ya está sucediendo, los comunicadores convivirán en una misma redacción. Una de los motivos que apuntan a esta dirección tiene que ver con que los medios ya no se centrarán en el negocio de la televisión o de la prensa. Se centrarán en el negocio de la información y actuarán como motores de contenidos. ¿Habrá que esperar a una cuarta revolución mediática? Tal vez el nuevo cambio que afecte al desarrollo de los medios de comunicación se produzca en el ámbito académico.
Rubén Elizari, licenciado en motor de contenidos.
Así como en la historia occidental 1789 es una fecha clave, la primera revolución de los medios de comunicación llegaría con la "Galaxia de Guttenberg": la información comenzaba a democratizarse llegando a un mayor número de personas. En este primer momento, quienes elaboraban los contenidos periodísticos, en el sentido más artesanal del término, eran hombres que defendían una determinada causa política. Después, gracias a Marconi, la radio narró en directo la victoria de las tropas aliadas contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Pero un nuevo medio, no trajo consigo un nuevo oficio: las personas que se sentaban delante de un micrófono no eran otros que los periodistas de los medios impresos. Asimismo, el propósito de la radio en un principio era el mismo que el de los diarios: abogar por una causa. Así era. Hasta la segunda revolución mediática. Esta llegó con la televisión. En 1964 la sociedad norteamericana no sólo sabía lo qué pasaba en Vietnam sino que además lo tenía delante de sus ojos. Los medios ya no sólo defendían fines políticos, ahora también buscaban la verdad. Aquí, de nuevo, quienes ocupaban los puestos del medio recién nacido eran periodistas procedentes en su mayoría de la radio. Fue con el posterior desarrollo académico cuando las Universidades separaron ambas profesiones en dos licenciaturas.
Ahora mismo, en los albores del siglo XXI la sociedad se encuentra en la tercera gran revolución mediática: la aparición del lenguaje hipertextual. En este caso, como en los anteriores, se repite la historia: las empresas contratan para sus redacciones digitales periodistas procedentes de los medios impresos y audiovisuales.
Aunque en la actualidad conviven cuatro medios de comunicación diferentes, nos encontramos ante una de las grandes paradojas de la comunicación que será preciso resolver en el futuro: mientras que para la formación teórica se separan las profesiones en diferentes licenciaturas, en la práctica las empresas demandan profesionales que sean capaces de escribir columnas al mismo tiempo que asesoran en la manera que un página web ha de informar sobre un determinado acontecimiento.
Otro hecho significativo, consecuencia de las revoluciones precedentes, tiene que ver con que nunca antes había existido una oferta informativa tan amplia como hasta ahora. Sin embargo, desde el punto de vista de la propiedad, los medios están en manos de menos personas. A quien sin duda afecta este hecho es al periodista: las compañías, que ya no buscan tanto defender una causa política o buscar la verdad sino maximizar beneficios, tienden a integrar a sus redacciones para reducir los costes. Así, en el futuro, de hecho ya está sucediendo, los comunicadores convivirán en una misma redacción. Una de los motivos que apuntan a esta dirección tiene que ver con que los medios ya no se centrarán en el negocio de la televisión o de la prensa. Se centrarán en el negocio de la información y actuarán como motores de contenidos. ¿Habrá que esperar a una cuarta revolución mediática? Tal vez el nuevo cambio que afecte al desarrollo de los medios de comunicación se produzca en el ámbito académico.
Rubén Elizari, licenciado en motor de contenidos.